Arcángel Uriel
Ángeles de la Paz
Somos tus compañeros, tus hermanos, tus hermanas, tus siervos [...]. Se nos envía a realizar un trabajo para ti. [...] Tan sólo llámanos en el nombre de Dios, YO SOY EL QUE YO SOY, en el nombre de Su Hijo Jesucristo para que nos ocupemos de tus asuntos. - Arcángel Uriel
Color: Morado y oro salpicado de rubí
Arcángel: Uriel, «Fuego de Dios»
Hogar espiritual: Montes Tatra, al sur de Cracovia, Polonia
Fíat: Arcángel Uriel, ¡Haz de mí un instrumento de la paz de Dios!
Lo que puedes pedirle:
Dones espirituales
Paz interior, tranquilidad de espíritu, resolución de los problemas de ira y temor en tu psique, renovación de la esperanza.
Ayuda práctica
Resolución pacífica de los problemas en las relaciones personales, sociales y profesionales; ayuda en la creación de un entorno armonioso para fomentar la creatividad y el crecimiento; inspiración y ayuda para enfermeras, médicos, los que trabajan en hospicios, psicólogos, profesores, jueces, funcionarios públicos y todos los que sirven a los demás.
Problemas mundiales
El fin de guerra, instauración de la paz, promoción de la hermandad y de la comprensión, manifestación de la justicia divina en los tribunales y entre las naciones.
Arcángel Uriel
En 1985, unos cosmonautas soviéticos informaron que, desde la ventana de la estación espacial Salyut 7, habían visto a siete ángeles enormes con alas tan grandes como un avión jumbo «Sonreían—comentó una de las cosmonautas—como si guardaran dentro de sí un glorioso secreto».
Esos ángeles nos hacen pensar en el Arcángel Uriel y los ángeles de la paz. Son tan grandes y poderosos que pueden disolver problemas aparentemente insuperables, incluso de ámbito mundial, con la luz de sus bondadosas sonrisas.
El nombre del Arcángel Uriel no aparece en la Biblia, pero sí se le menciona en otros textos judíos y cristianos. En la tradición judía al Arcángel Uriel se le llama «aquél que trae luz a Israel». También se le conoce como un ángel de juicio, trueno y terremoto. En el cuarto libro de Ezra, Uriel instruye a Ezra sobre los secretos del universo.
Imagínate a Uriel y a los ángeles de la paz como seres gigantescos, como los que vieron los cosmonautas. Ellos puedan traer paz a zonas conflictivas del mundo, a tu propio hogar e incluso a una mente o espíritu atormentado. Trabajan rápido y con gran poder. Cuando los pones a trabajar, puedes ver tus problemas desaparecer tan velozmente como las nubes después de llover. En cuanto les pides que aborden problemas mundiales, millones de ángeles se ponen en marcha.
En tu casa, familia y psique trabajan con la precisión de microcirujanos. Alivian los desacuerdos y te ayudan a eliminar el origen de las discusiones entre miembros de la familia. Además, te ayudan a ir hasta el fondo de la preocupación que hay en tu alma proporcionándote la fortaleza necesaria para desprenderte de las viejas heridas y vencer rabia, irritabilidad, comportamientos autodestructivos y sentimientos de impotencia, así como miedo consciente o subconsciente. ¡Fíjate en cómo pueden llegar a transformar tu vida en cuanto les abres la puerta!
Ejercicio del Arcángel Uriel para desprenderse de algo
Siéntate sin cruzar las piernas con los pies reposando en el suelo. Dirige tu atención al corazón. Coloca una mano encima de la otra sobre el y a continuación suéltalas. Luego pon las manos sobre las rodillas con las palmas hacia arriba. Relájate y respira con suavidad.
Di estas palabras a tu alma y cuerpo: «Paz, aquiétate». Repítelas tantas veces como quieras, en múltiplos de tres, mientras te visualizas rodeado o rodeada de la luz morada, oro y rubí de los ángeles de la paz.
Respira hondo. Al espirar abandona a la luz tus preocupaciones. Observa cómo se disuelven al mero contacto. Luego inspira, y ve cómo la luz se precipita llenando el espacio donde había el pesar del que te has desprendido. Repítelo tres veces.
Recita la oración de San Francisco.
Señor,
hazme un instrumento de tu paz.
donde haya odio, déjame sembrar amor;
donde haya ofensa, perdón;
donde haya duda, fe;
donde haya desesperación, esperanza;
donde haya oscuridad, luz; y
donde haya tristeza, alegría.
Oh Maestro Divino,
concédeme que no busque tanto
ser consolado como consolar;
ser comprendido como comprender;
ser amado como amar.
Porque es al dar que recibimos,
es al perdonar que somos perdonados, y
es al morir que nacemos a la vida eterna.
Después, di tres veces:
¡Arcángel Uriel y ángeles de lo paz,
acepto el don de la paz en mi corazón,
en mi alma, en mi espíritu,
en mi cuerpo, en mi mente!
¡Haced de mí un instrumento de la paz de Dios!